Luego de trece años de investigación, el consorcio Biofrutales desarrolló las primeras variedades de uva de mesa transgénica en Chile, que tienen la particularidad de no requerir químicos al ser resistentes a los principales hongos que atacan a las vides y afectan la producción, como la botritis y oidios. Para llegar a esta uva, del tipo Thompson Seedless, compraron los derechos en Estados Unidos de la tecnología que posteriormente fue perfeccionada en el país, para contar con una plataforma de transformación genética. Es una de las primeras experiencias en el mundo, por lo que va a generar gran impacto, explica Rodrigo Cruzat, gerente del consorcio integrado por instituciones como Fundación Chile, Inia, Fedefruta, Univiveros y universidades.
Desde el punto de vista comercial, Cruzat advierte que hay que ser cautelosos porque muchos mercados son resistentes a consumir este tipo de productos, pero resalta que Chile se encuentra en una posición ventajosa ya que existe mucha tecnología desarrollada para la investigación transgénica en comparación a Estados Unidos, Europa u otros mercados, que se han enredado en la polémica y han invertido poco. Es probable que estemos un poco adelantados, pero tarde o temprano vamos a tener la necesidad de trabajar con los transgénicos, dice.
Biofrutales espera desarrollar lo mismo en la línea de carozos (duraznos y nectarines), y para ello están patentando una inédita plataforma de transformación genética que no existe en el mundo. Si alguien quiere hacer investigación genética en esas frutas, tendrán que pedirnos la licencia, acota Cruzat. La entidad, que nació para desarrollar variedades frutícolas más competitivas, ha destinado $ 3.000 millones (recursos públicos y privados), entre 2006 y este año, a diversos programas de mejoramiento en vides (61% del presupuesto), carozos y cerezos. A la fecha, han logrado desarrollar mediante el mejoramiento genético convencional (cruzamiento de variedades), dos nuevos tipos de uva y cuatro más están por concretarse.
La uva es la principal fruta que produce Chile, por lo que tiene una importancia mayor que otras. Al ser una especie muy utilizada, los cambios que se pueden hacer son tan sutiles que se necesita de mucho trabajo para lograrlo, indica. Por ello es que se han enfocado en uvas de mayor sabor, calibre, sin semillas, buena post cosecha para mercados lejanos y con una estructura de racimo que reduzca el uso de mano de obra. Cruzat añade que acaban de adjudicarse tres proyectos en InnovaChile y Fondef por$ 5.800 millones, a 10 años, lo que les permitirá dar continuidad a los proyectos que están desarrollando, ya que este año finaliza el Programa Bicentenario de Ciencia y Tecnología que, a través de Conicyt, les entregaba fondos para dichos fines.
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