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Mucho se habla de sequía en una extensa área del Chile Central. Se ha declarado zona de escasez hídrica en diversas cuencas y comunas y mientras se toman medidas surgen planteamientos de autoridades y profesionales, como las del reportaje de la Revista del Campo (22/11/2010), con soluciones enfocadas a los efectos y no a las causas. Incorporar mayor tecnología de riego, construir embalses, realizar trasvasije de aguas, habilitar pozos y mejorar la gestión del agua no apuntan a la causa principal. Ésta tampoco parece ser el cambio climático, y si así fuere, no sería posible una intervención local, ya que obedecería a fenómenos con connotación más global.

Hecha esta aclaración, se puede indicar que la principal causa, en la que sí es posible intervenir, es la pérdida de la capacidad hidrológica de los suelos. Esto provoca el mal funcionamiento de las cuencas hidrográficas, pues la infiltración es mínima, se acentúa el escurrimiento superficial y la mayor parte del agua de lluvia se pierde en el mar.

Las precipitaciones en el Chile Central se concentran principalmente en invierno. Eso dio origen al establecimiento de una vegetación nativa de bajo consumo de agua, que protegía el suelo en el cual el escurrimiento superficial era escaso. Había infiltración y percolación, y el agua se guardaba en los acuíferos que alimentaban los cursos de agua en el verano.

Esto era lo que sucedía antes del siglo XIX y que describen los historiadores. En 1762 Miguel de Olivares alababa los ríos de Chile señalando que “sangrando por varias venas, suplen ventajosamente la sequedad de algunos años”.

Con el descubrimiento del oro en California y Australia (1848-1851) aumentaron las demandas de cereal, y con ignorancia y el deseo de obtener una ganancia inmediata, se transformó el verde paisaje rural en tierras erosionadas, sin capacidad productiva, y lo más dramático, sin la capacidad de infiltrar y guardar el agua. Vicuña Mackenna, en 1855 decía:

“En Francia, cada árbol está marcado por el martillo protector del guardabosque, en Chile también, pero la marca es del hacha que lo va a voltear”. El Boletín de la SNA (16/10/1869) denunciaba “el modo bárbaro con que han arrasado los tupidos montes que, tanto en la montaña como en los planos, ostentaban las haciendas de la Angostura, Compañía, Hospital, Cauquenes y otras”, y seguía, “allí donde en partes no penetraba el sol por el follaje de toda clase de plantas, no se ve hoy un solo arbusto que sirva de abrigo al ganado”.

Entre la IV y la IX Región, en muchas áreas aún se sigue cultivando en laderas, con rendimientos insuficientes, que se mantienen por tradición, o por la precaria situación económica del agricultor. Sin embargo, hoy cualquier intervención humana debería ser sustentable para mantener un medio ambiente sano capaz de sostener a las futuras generaciones. Por ello hay que revertir esta situación e iniciar la restauración hidrológica de los suelos mediante una acción mecánica y de revegetación combinada. Así se restablecerá la capacidad de infiltración para absorber y guardar el agua de lluvia al interior del volumen de relieve de las cuencas. Con esta línea base de trabajo, complementada con medidas como las ya propuestas, efectivas en determinadas circunstancias, se avanzaría por el camino correcto y se podría proporcionar a las futuras generaciones, un medio ambiente sano, con mayores posibilidades de sostener el Chile del mañana.

LUIS ALBERTO GONZÁLEZ R. 
PROFESOR ASOCIADO U. DE CHILE
Fuente: blogs.elmercurio.com

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