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La humanidad se enfrenta a importantes desafíos que se focalizan en: un incremento de la población mundial sin precedentes, la cual pone en tensión la producción de alimentos; el agotamiento de la energía fósil, sobre la cual se han desarrollado las tecnologías de todo tipo de la sociedad moderna; la necesidad de un desarrollo social conjuntamente con el económico que permita a millones de personas garantizar sus necesidades alimentarias, de viviendas, creativas, asistenciales y espirituales y a un fuerte deterioro del ambiente provocado por la actividad del hombre, su expansión y los métodos tecnológicos desarrollados en los últimos 150 años.



La agricultura moderna implica la simplificación de la estructura ambiental de vastas áreas, reemplazando la biodiversidad natural por un pequeño número de plantas cultivadas y animales domésticos. 

La tendencia al monocultivo crea ecosistemas simplificados y por lo tanto muy inestables que están sujetos especialmente a las enfermedades y a las plagas.

El resultado neto de la simplificación de la biodiversidad para propósitos agrícolas es un ecosistema artificial que requiere de una constante intervención humana. En la mayoría de los casos, ésta intervención ocurre en la forma de insumos (agrotóxicos, fertilizantes químicos, etc), los cuales, además de aumentar los rendimientos (en el corto plazo), resultan en una cantidad de costos ambientales y sociales indeseables.

Con el progreso de la modernización los principios agroecológicos son continuamente desestimados. Como consecuencia, los agroecosistemas modernos son inestables y sus quiebres se manifiestan como rebrotes de plagas recurrentes de plagas en muchos sistemas de cultivo y también en forma de salinización, erosión de suelos, contaminación de aguas y suelos, pérdida de la biodiversidad, residuos de agrotóxicos en los alimentos de origen agropecuario, etc. A su vez la falta de rotación y diversificación eliminó mecanismos autorreguladores, convirtiendo el monocultivo en el agroecosistema más vulnerables por su fuerte dependencia en insumos químicos.

Según el paradigma dominante, la diversidad atenta contra la productividad, que crea la necesidad imperiosa de uniformidad y monocultivos . Esto ha generado la paradójica situación en la cual el mejoramiento de las plantas termina provocando la destrucción de la diversidad biológica que se emplea como materia prima.

Las consecuencias de la reducción de la biodiversidad son particularmente evidentes en el campo del manejo de plagas agrícolas . La inestabilidad de los agroecosistemas se manifiesta a través del empeoramiento de la mayoría de los problemas de plagas y está ligada con la expansión de los monocultivos a expensas de la vegetación natural.

Lamentablemente y desde la llamada revolución verde, la dependencia a los agroquímicos ha puesto en riesgo los recursos genéticos de nuestro país a partir de la introducción de pesticidas y asimismo de semillas foráneas, híbridas, etc. que no han resuelto la problemática de producción de alimentos, sino que han agudizado creando resistencia en las plagas y contaminando la salud y el medio ambiente.

En general tanto técnicos como productores adoptaron las premisas de la Revolución Verde (o agricultura moderna, convencional o industrial) en forma acrítica. Este modelo, que se puede caracterizar como basado en la gran escala, el monocultivo, uso intensivo de insumos (fertilizantes químicos sintéticos, agrotóxicos, alto grado de mecanización, alta dependencia con el mercado) comienza a implementarse con fuerza en el país a partir de los setenta. En muchos sectores productivos estas propuestas no se adoptaron en su totalidad. La granja como en otros sectores intensivos, incorporó algunas características como uso intensivo de insumos y especialización en aquellos sectores más capitalizados. Se pasó a caracterizar a esta tecnología como mejorada y se explicaba la no adopción como una deficiencia de los productores que podía ser superada con créditos y más y mejor extensión.

Los efectos sociales de la adopción de éste paquete fueron el de marginar a gran parte de la población rural, incrementar la diferencia entre los campesinos pobres y los ricos y aumentar la dependencia de los predios agrícolas. Debido a la degradación de los recursos naturales, en especial la erosión de los suelos, se observa que la productividad agrícola comenzó a declinar en algunos granos para los últimos años, denotando cierto agotamiento del modelo.

Fuente: ecocomunidad.org.uy 

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