Históricamente los viveros han sido los encargados de la internación, evaluación, introducción comercial, recambio y actualización de las variedades a producir en la industria frutícola nacional. Desde la década del sesenta, cuando se decidió impulsar la agricultura en el país, se transformaron en un verdadero aliado al proveer las plantas necesarias para la producción de fruta y, responder a la fuerte demanda y dinamismo que vivió el sector exportador a partir de la década del 90.
Tan explosivo fue el crecimiento, que las exportaciones de fruta pasaron de US$ 18 millones en 1961 a US$ 4.483 millones en 2010. Sin embargo, los viveros no han sabido canalizar dicho crecimiento y, poco a poco, fueron perdiendo protagonismo en la cadena productiva. Su escasa asociatividad y profesionalización, que los llevó a utilizar variedades ilegales (lo que ha provocado la desconfianza de los productores), sumado a la poca participación en programas de mejoramiento genético, han contribuido al casi nulo desarrollo de esta industria y, por ende, ha ido en desmedro del crecimiento del sector frutícola, que hoy vive nuevos desafíos y está necesitando más que nunca variedades más competitivas, según revela un análisis de la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (Odepa) sobre la industria de los viveros frutales en Chile.
Alerta
Esta situación preocupa al sector. El presidente de Fedefruta, Antonio Walker, explica que es un escenario complejo ya que para tener huertos productivos y para que el negocio sea rentable se necesita partir con una buena planta. Y vemos mucha heterogeneidad en lo que se está entregando. Hoy no existe una misma categoría en las matas, de hecho, sólo un 30% de los viveros cuenta con una de buena calidad, e incluso encontramos algunas con virus, cosa que no debería existir, señala. Enfrentarse a esta situación es gravísimo, acota, puesto que puede poner en riesgo el negocio completo al no contar con fruta de calidad. De hecho, el informe de Odepa explica que ésta es una de las razones que obliga a una mayor profesionalización ya que para el productor, la instalación de un huerto implica una decisión de largo plazo, de entre 15 a 20 años, por lo que requiere la certeza de que la planta tendrá los resultados esperados. Tampoco existe información estadística actualizada respecto a qué es lo que se está plantando, provocando muchas veces una sobre demanda de frutas, como ocurrió en su minuto con las paltas o kiwis, que vieron disminuir sus precios. A la fecha, hay dos mil viveros registrados y de ellos, menos de cien están agrupados. La Asociación Gremial de Viveros Frutales de Chile, que representa a los más grandes del rubro, está conciente del escenario y desde 2009 están trabajando para fortalecer la industria, sobre todo a los viveros de menor tamaño, que equivalen a casi el 90%. Maritrini Lapuente, gerente de la entidad, explica que tenemos que conseguir el lugar que nos corresponde y generar las confianzas, de lo contrario, no estaremos dando sustentabilidad al sistema en el largo plazo. Para ello están buscando instaurar un programa de producción limpia, limitando los viveros ilegales, tomando un mayor control de la actividad y siendo reconocidos como un actor válido en la cadena frutícola.
Nuevas variedades
Por otra parte, el bajo crecimiento de la actividad y la poca preocupación del sector frutícola ha impedido el desarrollo de variedades propias. De hecho, Chile se ha nutrido de productos del exterior. Según datos del SAG, de las 389 variedades protegidas que se han registrado desde 1995, sólo 16 son de origen nacional. Entonces, para terminar con la alta dependencia extranjera -donde muchas de ellas cobran un royalty y contar con variedades que sobresalgan frente a la competencia, se han creado iniciativas que pretenden transformar a Chile en un actor importante en el desarrollo de nuevas frutas. Fomentar el mejoramiento genético es estratégico para el país. Necesitamos contar con nuevas frutas para llegar a mercados lejanos explica Samuel Escalante, presidente de ANA Chile, entidad creada por cuatro viveros y que ha logrado desarrollar tres variedades de carozos chilenos. Por lo anterior, en 2006 con apoyo del estado se creó el consorcio Biofrutales, que agrupa a diversos viveros y ha logrado desarrollar dos nuevos tipos de uva de mesa y la primera variedad transgénica en Chile. En tanto, el Consorcio Tecnológico de la Fruta, perteneciente a la Asoex y empresas productoras y exportadoras, entre otras, ya está evaluando las primeras especies creadas a través de mejoramiento genético. Con estas investigaciones vamos a poder posicionarnos porque tenemos fama de ser un país que no ha hecho grandes aportes en temas varietales, como sí lo han hecho Nueva Zelanda, Sudáfrica o Australia, dice Walker.
Fuente: DF.
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