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Las tres alternativas para generar energía masivamente son la hidroelectricidad, la termoelectricidad y la energía nuclear. Las ERNC por si mismas difícilmente podrán aportar el grueso de la base del crecimiento en los próximos 10-15 años. Más adelante, es otro cuento.

Dado que la primera unidad del complejo hidroeléctrico estaría entrando en operaciones en torno a 2021, se descarta la energía nuclear, ya que aún cuando Chile decidiera implementarla, no la tendría disponible a tiempo para que sea una alternativa a Hidroaysén. Y terminamos con el dilema: hidroelectricidad vs termoelectricidad.

¿Cuáles son las 3 razones que menciona Hidroaysén en su campaña para posicionar su proyecto? Limpia. Renovable. Chilena. Vamos punto por punto.

La hidroelectricidad efectivamente es limpia en comparación con las alternativas, aunque emita millones de toneladas por descomposición de materia vegetal. Y más encima, entre las exigencias que se le hizo al proyecto en la Comisión de Evaluación se cuenta la tala de los árboles en los sectores a inundar, justamente para prevenir este efecto. En contraposición, es conocido el efecto que han tenido las centrales térmicas en lugares como Puchuncaví.

Sin embargo, es evidente que unidades construidas hace más de 40 años no son comparables a una unidad de última generación. No lo son por el cambio tecnológico, avance que se puede hacer análogo al consumo de un automóvil de los años 60 con un modelo del último salón del automóvil. Y no lo son por el cambio mentalidad, esa que en la década del 60 no se preocupaba las emisiones locales y no conocía el concepto de los contaminantes globales, y hoy ha impulsado una nueva norma de emisiones termoeléctricas que levanta las exigencias al nivel de algunos países europeos, si bien aún es perfectible. Y es posible, incluso probable, en vista de las masivas expresiones ciudadanas en torno a la nueva sensibilidad ambiental, el ingreso a la OCDE y los crecientes niveles de bienestar económico de Chile como país, ésta se haga aún más estricta hasta 2017, año en que tendría que comenzar la construcción de la central termoeléctrica que reemplace el primer embalse de Hidroaysén. Con tecnología de 2017 (léase con tintes futuristas). Incluso no se puede descartar que ante las nuevas exigencias ambientales, la irrupción del shale gas y los esfuerzos del gobierno por liberar el acceso a los terminales regasificadores las unidades de Ciclo Combinado, ambientalmente mucho más amigables que las unidades a carbón, vuelvan a ser competitivas.

Quedaría el tema de las emisiones de CO2. Actualmente existen tecnologías para la captura y almacenamiento de carbono (CCS). Pese a los grandes esfuerzos que los países industrializados le están dedicando, aún no son comercialmente viables. Sin embargo, para 2021 puede que lo sean. O en algún momento posterior. La tecnología puede ser implementada en una planta operativa, análogamente a la instalación de filtros. Hoy es difícil que persona alguna se aventure a ponerle fecha a la implementación masiva del CCS. Pero al menos, estos párrafos sirven para poner en entredicho la ventaja en cuanto a limpieza de la hidroelectricidad por sobre la termoelectricidad en la próxima década.

Vamos al segundo punto. Renovable. Tampoco voy a poner en duda la calidad de renovable de la hidroelectricidad. Sin embargo, la acumulación de sedimentos en la presa le pone un horizonte al tiempo que éste puede operar. La vida útil difícilmente podrá superar los 100 años. Dada la abundancia de carbón en el mundo, es difícil que las reservas se extingan a tiempo como para calificar el concepto de renovable como una ventaja del agua por sobre el carbón. ¿Cuál sería la relevancia desde el punto de vista económico del hecho de no ser renovable, si no hay escasez?

Y el tercer punto. Chileno. Aquí el gran argumento es la dependencia energética de Chile debido a la importación de combustibles fósiles. Sin embargo, la aprobación del proyecto Isla Riesco, si bien está lejos de resolver este punto, lo alivia para la generación a carbón. Las 7 unidades de 350 MW que se requieren para reemplazar Hidroaysén consumirían anualmente del orden de 6 millones de toneladas de carbón. El mismo nivel de producción que pretende alcanzar Mina Invierno, uno de los yacimientos de Isla Riesco. Y con ese nivel de producción, las reservas de 240 millones de toneladas alcanzan para 40 años, o sea, cercano a la vida útil de una unidad a carbón. Más allá de las emociones que a uno le pueda provocar el proyecto Isla Riesco, el hecho de su aprobación debilita el argumento ventajoso del agua como recurso natural frente al carbón.

Finalmente, hay otro punto que se utiliza como fuerte argumento en favor de Hidroaysén: es económico. Y efectivamente, considerando una inversión de 7.500 millones de US$ entre centrales y línea, el costo de desarrollo del proyecto resulta del orden de 40 US$/MWh. Esto es muy económico. Pero para sus impulsores. No olvidemos que en la reciente licitación de suministro eléctrico, Endesa, el primer generador hidroeléctrico del país y controlador de Hidroaysén, se adjudicó bloques en más de 90 US$/MWh, y Colbún, el segundo generador hidroeléctrico y otro socio del proyecto, ni siquiera presentó oferta. ¿A qué voy con esto? Que mientras el marco regulatorio del sector eléctrico se mantenga inalterado, bajos costos de producción no necesariamente implicarán bajos precios.

Al fin y al cabo, Hidroaysén es un proyecto muy relevante, pero carga con el peso de expectativas desmedidas. La eventual eliminación de la pobreza no se le podrá atribuir a su realización como tampoco se podrá culpar la persistencia de ésta si no se llegara a construir. Eso tiene que ver con cosas más profundas como la distribución del ingreso. No se va a deber a Hidroaysén si bajan los precios de la energía como tampoco se podrán achacar futuros períodos de estrechez a la ausencia del proyecto. Eso va a depender de la posibilidad de implementar una política energética con planificación de largo plazo.

¿Qué quiero concluir? Creo que la hidroelectricidad es un recurso que Chile debe explotar, a toda escala, integrando los mejores estándares ambientales en el diseño. Pero en el caso particular de este proyecto, es complejo concluir si lo anterior se cumple y anticipar si Hidroaysén, sumando y restando, resultará a la larga conveniente para Chile. Pero ante la gran incertidumbre e irreversibilidad de la decisión, vale la pena sopesar la termoelectricidad bajo la siguiente mirada: una alternativa transitoria a desarrollar mientras maduran otras alternativas tecnológicas, la que, bien ejecutada, puede suponer un compromiso balanceado entre los diferentes argumentos que impulsan la discusión. Y contar con esa alternativa, una termoelectricidad no satanizada, ciertamente le pondrá presión a Hidroaysén para lo que viene: diseñar una línea de transmisión con el menor impacto posible y hacer los máximos esfuerzos para no tener dos líneas paralelas por no haber llegado a acuerdo con Energía Austral.


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