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Un campo para producir, una familia numerosa donde los hijos varones se matriculan en la carrera de Agronomía para hacerse cargo de las tierras de la familia. Desde los 90, este tradicional panorama cambió en las universidades de Latinoamérica. ¿Cómo es el estudiante de agronomía hoy?
El Ingeniero Agrónomo Fernando Vilella, Director del Programa de Agronegocios y Alimentos de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, señala que “el mundo de la demanda y características deseadas de los alimentos ha cambiado mucho en la última década. El foco profesional exclusivo en la producción en finca cambió y se pasó a generar demandas profesionales muy distintas a las tradicionales”, explica.

¿Por qué se estudia agronomía hoy? “El sector productivo más cercano a la frontera tecnológica de Argentina es el agroindustrial, las aplicaciones de la biología, informática, mecánica, agronomía, ecología, agronegocios, entre otros, son aplicadas y genera un atractivo especial al sumarse a los enfoques tradicionales que se detenían solo en el predio y en lo tecnológico productivo”, señala el académico.

En Chile en tanto, el concepto de “Chile Potencia Alimentaria” – iniciativa público privada que tiene como objetivo convertir al país en líder mundial en la producción y exportación de alimentos– ha interesado a los jóvenes urbanos, según cuenta Elena Sepúlveda, Directora de la Escuela de Agronomía de la Universidad de Chile y Annelie Zbinden , colaboradora de la Comisión de Autoevaluación de la carrera.
Otra tendencia que percibe la Directora, es que desde la década de los 90 ha aumentado el número de mujeres interesadas en seguir esta profesión. Hoy los porcentajes están casi igualados en ese plantel, 52% versus 48% a favor de los hombres. “Antes esta carrera era muy machista”, asegura la Directora y recuerda que “cuando estudió mi hermana, mi padre le dijo que no porque era una carrera de hombres”.

¿Continúa siendo atractiva esta carrera actualmente?
“Considero que las escuelas de Agronomía en México han dejado de interesarle a los jóvenes ya que el campo mexicano no tiene la capacidad de proporcionar las suficientes oportunidades para su desarrollo”. Así de tajante responde el ingeniero agrícola, egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México,

Ambrocio (sic) Martínez, que actualmente trabaja en el Centro de Bachillerato Tecnológico Industrial y de Servicios en la Ciudad de Poza Rica en Veracruz.
“Nuestros jóvenes de bachillerato buscan otras carreras relacionadas más con la tecnología y, por otro lado, no existen apoyos por parte del gobierno para modernizar el campo y cada vez tenemos que importar más maíz, frijol, etc”, opina.

El profesor Eugenio Doussoulin, Decano de la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad de Tarapacá de Chile y Presidente del Consejo Decanos de Agronomía del Consejo de Rectores, señala que “la limitada visión actual sobre la carrera, nos obliga a implementar una renovada estrategia de comunicación hacia a la sociedad en general, donde transmitamos una imagen real de lo que es el mundo laboral actual, el cual es muy interesante, con diversas oportunidades y que el trabajo profesional del Ingeniero Agrónomo se desarrolla en un ambiente y forma de vida, cuya calidad y proyecciones, presenta importantes ventajas respecto a trabajar y vivir exclusivamente en los ambientes urbanos”.
Aunque la Universidad de Chile anualmente recibe 600 postulantes para 150 vacantes, Elena Sepúlveda sostiene que últimamente en otras carreras han habido problemas para llenar los cupos, como en Concepción y Valdivia.

La académica da cuenta de un factor que se ha hecho cada vez más relevante desde hace unos 20 años en Chile: la existencia de 18 facultades que imparten la carrera luego de la irrupción de las universidades privadas en el sistema universitario. Esta sería la causa de la dispersión de estudiantes interesados.
Esto habría incidido también en que hayan disminuido los puntajes de ingreso vía Prueba de Selección Universitaria (PSU) que rinden los alumnos para acceder a la educación superior. Hoy se encuentran en 650 puntos en promedio y además, el mayor porcentaje de matriculados proviene de colegios subvencionados y municipalizados y en segundo lugar de los particulares, revirtiendo una tradicional tendencia en la Universidad de Chile.

Estos aspectos generan desafíos de calidad para los planteles. En Argentina en general no hay pruebas de ingreso a la universidad, cuenta Fernando Vilella. “En la de Buenos Aires hay un Ciclo Básico Común que cumple un rol de igualar conocimientos comunes por carreras afines. El deterioro de la calidad del nivel medio se nota en la preparación que traen las actuales camadas de alumnos en contraposición de un par de décadas pasadas”, sostiene.

Lo que ofrecen las carreras

Y cómo se han adaptado las carreras a las demandas de los estudiantes? “El caso de Buenos Aires puede ser ilustrativo, hace una década se pasó de una carrera de grado tradicional que fue fuertemente rediseñada y coordinada con posibles posgrados”. En el caso de la carrera de Ingeniero Agrónomo en la Universidad de Chile, se ofrece al estudiante un abanico de opciones para orientar su carrera hacia una especialidad. Las más elegidas hoy son fruticultura, agroindustria y enología.

Para Eugenio Doussoulin, se han producido “reformulaciones significativas en los procesos educativos, de acuerdo a las demandas de la sociedad, acotando los niveles de especialización y la duración de los estudios, incrementando los programas de educación continua tendientes a la actualización de conocimientos y formación de post grado”.
¿Y cómo han financiado esos cambios? Para la Universidad de Chile ha sido difícil, con un 14% de aporte estatal, señala Antonio Lizana, decano de la Facultad de Ciencias Agronómicas. Si nos vamos a los ejemplos de Brasil y Argentina, vemos que estos planteles de educación superior son financiados en un 100% por el Estado.

“Hace 30 años había 1.000 brasileros técnicos en distintas materias, estudiando doctorados en Estados Unidos, todo becados”, señala Antonio Lizana, dando cuenta del enorme potencial de ese país en las áreas de investigación. En este punto, está de acuerdo en que más que el tamaño del país es la voluntad política de invertir en este tema e incluso integrar a masivamente a los estudiantes en estas iniciativas. “Es imposible que ese país no se desarrolle”, puntualiza.

Y si hablamos de iniciativas para conectar esos buenos talentos para desarrollarse en la industria, existe en Estados Unidos por ejemplo, PMA FIT (Foundation for Industry Talent), con una feria del empleo y una base de datos para hacer de puente entre las compañías del rubro con universitarios para prácticas y empleo, con excelentes resultados.

Intercambio internacional

El Foro de Decanos del Mercosur, Chile y Bolivia; en el que también participan Eugenio Doussoulin y Antonio Lizana, es una instancia activa de intercambio, cuya secrectaria es la argentina Mónica Sacido. Se reúnen una vez al año, en este período será en Paraguay con fecha probable de noviembre o diciembre.

Antonio Lizana dice que “esto ha servido desde hace 5 o 6 años, para homogeneizar programas de educación agrícola”. En esto han trabajado por ejemplo las Universidades de Chile y de Concepción, para elaborar índices de referencia que han sido compartidos por el resto de los participantes.

FUENTE: www.portalfruticola.com

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