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El anuncio del Ministerio de Agricultura sobre la regulación de los alimentos transgénicos, genera reacciones ante los informes de expertos a favor y en contra de la manipulación genética. Sin embargo hace 15 años que se consumen en el país.

Hoy sabemos que los alimentos que consumimos a diario, están muy elaborados o tienen algún tipo de alteración en sus componentes, para asegurar su duración, sabor, textura, carnosidad, color, resistencia a plagas o a inclemencias climáticas.

Esto se logra a través de plaguicidas, hormonas y transgenética, siendo esta última discutida entre defensores y detractores alrededor del mundo.

¿Cuáles son los pro y los contra de consumir este tipo de productos?, ¿Cómo diferenciar un alimento cultivado normalmente (orgánico), de uno que ha sido manipulado genéticamente?, son las típicas preguntas que los consumidores se hacen, cuando escuchan la palabra “transgénicos” y que ha vuelto a la palestra a raíz del proyecto que el Ejecutivo enviará al Parlamento el ejecutivo para regular el uso de estos alimentos en el mercado nacional.

Los vegetales genéticamente modificados, según el proyecto del Ministerio de Agricultura, “son un individuo que posee una combinación nueva de material genético, que resulta de la introducción artificial y estable de ADN recombinante en una localización determinada del genoma de una célula vegetal, mediante la utilización de ingeniería genética”.

Según el Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos de la Universidad de Chile (Inta), los transgénicos son “aquellos obtenidos a partir de un organismo modificado por ingeniería genética. Dicho de otra forma, es aquel alimento obtenido de un organismo al cual le han incorporado genes de otras especies para producir una característica deseada”.

LOS PRO DE LOS TRANSGÉNICOS

Según diversos expertos en genética, la modificación y manipulación en los alimentos, generan un gran apoyo a la industria y al abastecimiento mundial -en un planeta cada vez más sobrepoblado-, pues son cultivos, más resistentes a plagas y enfermedades, reduce el uso de pesticidas, optimiza el uso de fertilizantes, se incorporan nuevas características (vitaminas, proteínas) que pueden ser beneficiosas para la salud.

Para Patricio Hinrichsen, director de comunicaciones de la Sociedad de Genética de Chile (Sochigen) los transgénicos son “extraordinariamente buenos técnicamente y desde un punto de vista técnico no tienen nada malo a priori. Por ejemplo, es posible disponer de variedades mejoradas en plazos más breves que por medio de mejora genética convencional (es decir, cruzamientos y selección de progenies), se pueden incorporar características muy convenientes que no están disponibles en una determinada especie (como la resistencia a hongos dañinos en la vid europea).

LOS CONTRA

Para la Corporación Nacional de Consumidores y Usuarios de Chile (Conadecus), “está claramente establecido que los cultivos transgénicos no aumentan la productividad; que existe perdida nutricional de los productos derivados de ellos; que generan desempleo en el campo y gravísimos problemas de salud en las poblaciones rurales aledañas a dichos cultivos, entre muchos otros perjuicios”.

La American Academy of Environmental Medicine (AAEM) aconseja a doctores y consumidores evitar los alimentos modificados genéticamente por existir una relación causa-efecto entre su consumo y ciertas enfermedades. Según la Conadecus, “entre otros efectos negativos comprobados, la AAEM señala los riesgos de infertilidad, desregulación inmune, envejecimiento acelerado, desregulación de genes asociados con síntesis de colesterol y regulación de insulina, cambios en el hígado, riñones, bazo y sistema gastrointestinal.

EN EL MUNDO, TRANSGÉNICOS VERSUS ORGÁNICOS

La tendencia mundial es a aumentar la superficie cultivada de transgénicos, principalmente para abastecer población mundial. En EEUU se ha implementado una industria alternativa, paralela a los transgénicos denominada orgánica, donde los consumidores, pueden elegir claramente en los estantes de los supermercados, entre una y otra. Mientras en Europa disminuye la superficie cultivada de transgénicos y es cada vez más fuerte la predilección de productos orgánicos.

Para María Cristina Goyeneche, gerente general de la distribuidora orgánica Apio Palta S.A., los alimentos orgánicos son, “un producto producido, elaborado o cultivado completamente libre de hormonas, agroquímicos y transgénicos en todo su desarrollo. Esto es, que el suelo donde es plantada no ha tenido químicos al menos en los últimos tres años y que el agua que la riega no contiene sustancias tóxicas”.

La normativa de la Unión Europea, determina principios que definen lo que regulan el alimento orgánico e incentiva su uso, estableciendo la rotación de cultivos como prerrequisito para el uso eficiente de los recursos in situ. La norma limita muy estrictamente en el uso de pesticidas y fertilizantes sintéticos, antibióticos para ganado, aditivos y coadyuvantes en alimentos, y otros insumos.

También prohíbe el uso de organismos modificados genéticamente. Aprovechamiento de los recursos in situ, tales como el estiércol para la fertilización o alimentos para el ganado producidos en la propia granja. Selección de especies vegetales y animales resistentes a enfermedades y adaptadas a las condiciones locales.

Pero eso no es todo, también la norma vela por el trato a los animales, exigiendo que las crías de ganado estén en zonas al aire libre, en espacios abiertos y con alimentación ecológica, además de uso de prácticas apropiadas para la cría de diferentes especies de ganado. La legislación europea es un ejemplo de protección ambiental, bienestar de los animales, confianza del consumidor, y desarrollo sustentable de la sociedad y la economía.

El desarrollo del mercado de productos ecológicos (orgánicos), ha sido potenciado en el viejo continente a través de campañas de conciencia social. Gracias a esto la industria está creciendo a un ritmo del 10% al 15% anual, aumentando el aporte de los productos ecológicos al total del mercado alimentario de los Estados Miembros de la Comunidad Europea del 0,5% al 4% entre 1997 y 2006.

EN CHILE

En el país se consumen alimentos transgénicos desde aproximadamente 15 años, siendo todos ellos importados de otros mercados, desfavoreciendo el desarrollo de la genética en los alimentos de origen local. Los productos alterados genéticamente están presentes -según Sandra Ríos en el texto “Cultivos transgénicos en Chile” del Observatorio de la Economía Latinoamericana- en aceites, margarinas, alimentos para niños, fideos, harina, productos lácteos, pan, hamburguesas, bebidas, salsas de tomates, salchichas, chorizos, galletas.

Según Hinrichsen, en Chile se desarrollan de forma experimental plantas transgénicas hace aproximadamente una década. Existiendo líneas avanzadas en especies como la uva de mesa, que han sido evaluadas en campos durante varios años y están prácticamente listas para ser transferidas a agricultores para su uso productivo.

“En esto tenemos una diferencia grande con otros países de la región y del mundo, donde se ha avanzado más rápido y ya se dispone de variedades transgénicas en numerosas especies, especialmente cultivos anuales como maíz, soya, algodón y varias otras, aun cuando la diversidad de caracteres mejorados es bastante limitada”, señaló el representante de Sochigen.

En el caso de las líneas en desarrollo en Chile, para Hinrichsen se ha priorizado la resistencia a enfermedades, aunque hay otros ejemplos en desarrollo. “Otro uso importante de la transgénica de plantas (incluso en animales de granja), es la posibilidad de estudiar la función de genes particulares, es decir, un uso experimental muy importante para el desarrollo científico y tecnológico”.

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