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El debate en torno al futuro de la matriz energética sigue muy vigente. Esta semana fuimos testigos de las manifestaciones que se realizaron en varias regiones del país tras la aprobación del proyecto HidroAysén. No podemos taparnos los ojos: así como sabemos que la participación de la ciudadanía está cada día más activa, también hay que entender la necesidad de Chile de estudiar y aprovechar todas sus fuentes de energía.

Por eso, en estas columnas hemos intentado mostrar las distintas alternativas que existen actualmente, especialmente en lo referido a las Energías Renovables no Convencionales (ERNC) y la Biomasa es una de ellas.

La industria forestal chilena, presente en el Maule, está estrechamente relacionada con estas energías limpias a través de la utilización de los residuos de biomasa forestal que no se pueden emplear para elaborar productos madereros. Según datos de la Corporación Nacional de la Madera (Corma), la participación de la biomasa forestal como fuente de generación en la matriz eléctrica nacional alcanza al 1,2%.

Sin embargo, esta cifra no considera la energía que se autoconsume en plantas industriales, pues si el total de la energía generada se aportara al Sistema Interconectado Central, esa cifra podría elevarse a un 5,1% (unos 720 MW en total).

Una de las ventajas de este tipo de energía es que proviene de bosques manejados sustentablemente: el carbono liberado durante su combustión es el mismo que fue capturado por los árboles durante su crecimiento, constituyendo así un combustible carbono-neutral.

No obstante, la biomasa también presenta algunas desventajas que impiden desarrollar su máximo potencial.

Ejemplo, la generación eléctrica requiere de un abastecimiento de biomasa seguro y estable, de largo plazo (superior a 15 años).

A modo de ejemplo, una central de 10 MW requiere un abastecimiento de unas 250.000 t/año de biomasa con un radioCada una de las bandas radiales de parénquima que en la sección transversal del tallo o de la raíz aparecen situadas entre los haces conductores. de abastecimiento máximo de 100 km., lo que limita el tamaño de las instalaciones a un máximo de 50 MW. Por esto, es importante generar los estímulos necesarios para aprovechar todo su potencial.

Respecto de nuestra región y según datos de Corma, esta zona posee 550 mil hectáreas de superficie de cultivo forestal y unas 370 mil hectáreas de bosque nativo que yacen principalmente en la precordillera. Así, la matriz energética por Biomasa se puede ver aumentada fácilmente, ya que dispone del insumo necesario para ello.

Paralelamente, existen estudios que a partir de plantaciones de álamo europeo de crecimiento rápido, es posible generar un ciclo de cosecha y renovación en 10 años para plantas de hasta 30-35 MW. Mejor noticia es que el suelo maulino sería una gran oportunidad para la introducción de esta especie con fines energéticos.

De acuerdo a estimaciones de Corma, se podrían generar alrededor de 220 MW adicionales al año a partir de la utilización de residuos de cosechas forestales de pino y eucalipto como ramas, ápices y cortezas, de elevado potencial energético. En la medida que la industria forestal continúe creciendo sustentablemente, y exista un mayor desarrollo de tecnologías que permitan la utilización de otros desechos, la cifra podría aumentar.

Una de las ventajas de este tipo de energía es que proviene de bosques manejados sustentablemente: el carbono liberado durante su combustión es el mismo que fue capturado por los árboles durante su crecimiento, constituyendo así un combustible carbono-neutral. 

Fuente: Diario El Centro: crédito de la imagen: Indarki.blogia.com (a través de sustentable.cl)

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