
Existen algunos puntos a considerar:
-No siempre los espacios disponibles en la ciudad son aptos para granjas y no siempre se puede llevar una comunidad al campo (en referencia a proyectos de comunidades rurales). Ciertos espacios en ciudades son más útiles para otras actividades, y a veces el llevar una mini comunidad al campo resulta simplemente en crear un suburbio y llevar más desarrollo donde debería haber producción de tierras.
-En paralelo al avance de acercar a las dos puntas, es bueno que siga existiendo una diferencia entre el campo y la ciudad: cuando se tienen espacios mitad urbanos-mitad campestres, se termina teniendo un gran espacio neutral que no es ninguno.
-La agricultura a pequeña escala tiene un papel dentro de las ciudades, pero manteniendo la trama urbana intacta y adaptándose a los márgenes: techos, islas de tráfico, interiores de cuadras, patios y jardines. “Donde hay limitaciones, hay innovación”, señala el texto en torno a las oportunidades de aprovechar al máximo esas áreas.
-Otra opción es apelar a los llamados “jardines urbanos efímeros”, denominados de esa forma por Jason King refiriéndose al uso de parcelas vacantes temporalmente para la instalación de huertas que tendrían un ritmo alternativo.
-Finalmente, ¿es posible producir en la ciudad toda la comida que se necesita para alimentar a sus habitantes? Probablemente por ahora no, por ello no hay nada de malo en que los granjeros sigan estando en los alrededores de las ciudades llegando a las mismas cada semana.
Mientras el tema sigue desarrollándose y madurando, este tipo de reflexiones son interesantes para entender hacia dónde van nuestras ciudades. Ustedes, ¿ya tienen su huerta urbana?
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